La estructura de los músculos de los insectos, se asemeja a la de los vertebrados, presentan fibras musculares de actina y miosina y con estriaciones semejantes, pero en lugar de unirse a los huesos penetran la cutícula y se insertan en la epicutícula. En estos músculos se observan dos tipos de nervios: uno, responsable de la contracción rápida, y otro, de la contracción lenta. A veces se presenta un tercer axón, con efecto inhibitorio, con el que se acelera la relajación. Las contracciones de los músculos pueden llegar a ser de 100 a 200 o más veces por segundo y más rápidas que los cambios de potencial eléctrico necesarios para la contracción muscular normal, por lo que se ha llegado a decir que los impulsos nerviosos sólo sirven para reactivar los músculos. Para estos organismos, los músculos de vuelo constituyen 24 % del peso total del cuerpo. Las alas de las libélulas poseen músculos muy poderosos y especiales que les permiten viajar grandes distancias sin sufrir fatiga.
Los músculos relacionados con el movimiento de las alas contienen seis tipos de moléculas de troponinas T y la abundancia relativa de cada una de ellas afecta la sensibilidad al Ca2+ de las fibras musculares hasta 10 veces, lo cual redunda en la eficiencia en la contracción y, por consiguiente, en la capacidad de vuelo.
Referencia de esta publicación:
Barrera-Escorcia, H.; Lara-Vázquez, J.A.; Villeda-Callejas, M.P.; "El vuelo de las libélulas y su utilización en la tecnología"; Laboratorio de Bilogía Celular, Laboratorio de Zoología y FES-Iztacala, UNAM.